En 1844, tras un viaje a Rusia, atravesó un nuevo periodo
depresivo y abandonó Leipzig para instalarse en Dresde, donde tampoco se
adaptaba y por ello acudió a Viena y a Berlín. En 1846, aunque le dio otro
arrebato camerístico, compondrá la ópera de Genoveva
(no gozará de éxito), inspirada en Tiecky
Hebble. A este segundo, tendrá ocasión de conocerlo en Dresde, donde
intercambiarán opiniones del personaje de Genoveva. Durante los años siguientes
su salud mental y física se fue debilitando, lo cual no le impidió trabajar en
multitud de obras, como sus dos Sonatas para piano y violín y su Concierto
para violonchelo y orquesta. Incluso cuando, a partir de 1852, sus
episodios de locura le mantienen convaleciente casi todo el tiempo, consigue
aprovechar sus momentos de lucidez para completar su Misa, Requiem,
Sinfonía en Re menor y Concierto para violín y orquesta. También
destaca la presentación en 1846 de su Concierto para piano y orquesta en la
menor, ejecutado brillantemente por su esposa Clara, en 1846 en Leipzig, lo
cual conllevó a su autor una fama aún mayor y más consolidada para la Historia.
En 1849 sufre otra gran crisis depresiva, pero aún así
volvió al trabajo. Su felicidad no duró mucho con la muerte de su hermano Carl,
sumado a las agitaciones de Dresde, dirigidas por Wagner. Ese año, a pesar de
todo, pudo obtener algo de triunfo al ser pedido que se representara su obra de
Fausto y que se estrenara Genoveva, ante la presencia de Liszt Joachim Reinecke
y Gade.

Para esta época se suceden las alucinaciones de ángeles,
aunque muchas veces las mismas eran reemplazadas por visiones de demonios.
Entre sus visiones, afirmaba recibir mensajes de Mendelssohn y otros genios del
pasado. Él mismo le llega a declarar a Clara que teme que pudieran hacerle
daño. Es también en esta época que desarrolla acrofobia y cualquier contacto
con objetos de metal, incluyendo un simple juego de llaves. El diario de
Schumann menciona que sufrió de una alucinación constante de imaginar que la
nota de La 5 estaba constantemente sonando en sus oídos. Tiempo después le
comenta a su hermano su deseo de suicidarse, ya que estaba angustiado por la
epidemia de cólera que asolaba Europa por esas fechas; el 27 de febrero de
1854, Schumann se
arroja al Rin y es rescatado a tiempo, pero su mente ya se ha perdido para
siempre. Tras el episodio del intento de suicidio él mismo aconseja su
internamiento en un hospital de cuidados mentales. Clara estaba por entonces
embarazada, y se la ocultaron los hechos.

Finalmente es internado en un sanatorio privado en Endenich,
cerca de Bonn, donde permanece hasta su muerte el 29 de julio de 1856. Había
perdido a memoria. El último de sus hijos nació por entonces, y en honor a
Mendelssohn, se llamó Felix. Durante su
internación no se le permitió ver a Clara bajo ninguna circunstancia; tan solo
dos días antes de su fallecimiento Clara pudo verle, y por un breve momento
Robert tuvo lucidez y logró reconocerla. Tenía sólo 46 años.
*
Muere víctima de un colapso neurocirculatorio
(aunque según otras fuentes falleció debido a la sífilis). Fue enterrado en el
cementerio viejo de Bonn, y en 1880 se erigió sobre su tumba una estatua de A.
Donndorf.
Tras su muerte, Clara se entregó a dar a conocer por toda
Europa la obra de Robert, dándole gran fama tras varias décadas de giras. Liszt y Brahms, amigos suyos, también
representarán sus obras. Clara, fallece en 1896, se halla enterrada en
la misma tumba que Robert.
*Clara, apenada y angustiada por el estado de su marido,
relató los hechos de los últimos días: “Johannes lo vio, pero me rogó, con los
médicos, que yo no lo viese; como un deber para ms hijos, creyeron que no tenía
que conmoverme mucho. En una palabra, emprendí el viaje de regreso sin haberlo
visto. Pero no soporté esto mucho tiempo: por el dolor la nostalgia de Robert,
el deseo de recibir, aunque sólo fuese una mirada, el hacerle sentir mi
proximidad, por todo eso tenía que volver a él, y así viajé nuevamente el
domingo 27 junto con Johannes. Lo vi; era al atardecer, entre las seis y las
siete. Me sonrió y me rodeó con un brazo, luego de un gran esfuerzo, pues ya no
podía dominar sus miembros. Jamás lo olvidaré. No cambiaría ese abrazo por
todos los tesoros del mundo. Mi Robert, ¡así hube de volverte a ver! ¡Con qué
dificultad me fue preciso reconocer tus queridos rasgos! ¡Qué imagen dolorosa!
Hace dos años y medio me fuiste arrebatado, sin despedida. Con tanta pesadumbre
en el corazón yacía yo a sus pies, y apenas si me atrevía a respirar. Sólo de
cuando en cuando me regalaba Robert una mirada nublada, pero indescriptiblemente
suave. A su alrededor todo me parecía sagrado, incluso el aire que el generoso
varón respiraba. Al parecer hablaba mucho, y siempre con los espíritus, y no
toleraba que alguien permaneciese largo tiempo en su compañía; entonces se
mostraba intranquilo y era casi imposible entender lo que hablaba. Una única
vez comprendí “mi”, y seguramente quería decir “mi Clara”, puesto que al
pronunciar aquella palabra me miraba con ternura. Luego dijo una vez “conozco”
quería significar “a ti”, probablemente (…) Desde hacía semanas sólo se
alimentaba de vino y jalea. Hoy se los di yo misma y los tomó con expresión
feliz y verdadera ansia, el vino lo sorbía de mis dedos. ¡Ah, bien sabía él que
era yo quien se lo daba! (…) La cabeza yacía hermosa, con la frente despejada, límpida,
suavemente combada. Me encontré junto al cadáver del hombre por mí
apasionadamente amado y me sentí en paz. (…) Su espíritu se cernía sobre mí; mi
oración nunca fue tan fervorosa como en esa hora. Dios me conceda la fuerza de
vivir sin él.”
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